Ferry pilot: el patín de cola

Retomo el blog después de unas semanas de merecido descanso, que aunque no hayan sido ni mucho menos vacaciones, me han servido para llenar un poco el baúl de historias para contar. Asi es que, vuelvo a la carga y hoy te cuento la historia de mi último vuelo de ferry pilot.

En esta ocasión, he tenido la fortuna de trasladar un patín de cola, un nuevo reto al que enfrentarme y que terminó satisfactoriamente, aunque no todo fue un jardín de rosas.

Como en otras ocasiones, viajé el día anterior del vuelo en tren para poder descansar y salir a primera hora del día siguiente. El destino de mi tren fue Logroño, en donde llegué en una apacible noche de verano, aunque algo tarde para plantearme visitar algo, para la próxima supongo. 

A primera hora de la mañana, ya estábamos de camino al campo de vuelo, con una parada para desayunar un zumo de naranja y un pincho de tortilla...da gusto desayunar así. 

Al poco me encontraba sacando del hangar el avión que iba a trasladar. Lo cierto es que su aspecto no era de nuevo y el dueño me contó que el traslado se realizaba con motivo de entelar de nuevo el avión y realizarle algúnas mejoras. Siempre lo he dicho, los últimos vuelos y los primeros vuelos son los más peligrosos, algo se puede romper por desgaste en el último vuelo y algo puede fallar en los primeros. Aparte el avión llevaba meses sin volar. Había que revisar todo bien e ir con cuidado.


Desafortunadamente en la aviación ultraligera no contamos con una MEL (lista de equipo mínimos), que te dice claramente cuando puede y cuando no puede volar un avión. Algo similar pasa con las checklist, el resultado es que tu experiencia y tus conocimientos ganan un peso vital para tomar decisiones lo más acertadas posibles, aunque nadie es inmune a los errores.

La revisión exterior junto con el exhaustivo chequeo de la documentación del avión son los que te dan las garantías mínimas para comenzar a plantearte si el avión está para volar o no. Aunque el dueño del avión, también te dará ciertas pistas...que en este caso...no fueron muy positivas.

Tratamos de arrancar el avión, pero como es normal no lo conseguimos sin la ayuda de una batería externa. Le pedí al dueño que volase un circuito para chequear el comportamiento y las velocidades de despegue y aterrizaje del avión. Hay que apuntar que yo iba a volar solo y con varias garrafas de combustible como pasajero. De modo que llevaría algo de menos peso que con el dueño a bordo y podía usar sin problema las velocidades que usase en el circuito.

Al poco de arrancar, el dueño me comenta que tiene muy poca experiencia y que si no me importa hacer el circuito a mi, aunque algo extrañado, accedo sin problema y me coloco en el puesto del piloto. Pero el verdadero problema llegó al acercarnos para hacer la prueba de motor cuando el dueño me dice que no se siente seguro ni cómodo para volar y que le gustaría bajarse y que volase yo solo.

Creo que sin lugar a dudas este ha sido uno de los momentos más tensos que yo he vivido en un avión y eso que fue en tierra. Después de mi cara de sorpresa e incredulidad, le pregunté si había algún motivo por el que no quisiera y que cómo iba yo a trasladar un avión cuando el dueño no se quería montar en su propio avión. Después de unos tensos minutos en la cabecera de la pista, le dije que si no lo veía claro, que deteníamos el avión y que yo me volvía a Madrid en tren. A regañadientes y con cara de susto accedió a realizar el pequeño vuelo. 


Es inevitable sentirse tenso e inseguro tras una situación así. Pero apliqué potencia y corrimos por la pista. El patín de cola se movía algo nervioso hasta despegar la cola del suelo y al poco el avión pedía volar. Recuerdo que buscaba campos alternativos de un modo casi compulsivo. Pero segundos después pude comprobar que el avión en vuelo se comportaba muy bien.

Una aproximación algo más larga de lo normal para que todo vaya de un modo más estable y una toma casi plana con el morro algo arriba. Bamboleo por la pista teniendo cuidado con los frenos y allí estábamos de nuevo. El dueño se relajó tanto que me pidió hacer otro circuito, pero era bastante tarde y no había tiempo.

Repostaje completo del avión y de nuevo con el motor en marcha rumbo a Sotos en Cuenca, allí debía realizar una parada para repostar y seguir. El vuelo fue tranquilo, un día de verano, despejado con alguna nube aislada y alguna térmica conforme avanzaba la mañana.


Dos horas y algo después configuraba el avión para el aterrizaje, y al igual que los pilotos comerciales que vuelan distintas variantes como el 319, 320, 321, yo me recordaba todo el rato a mi mismo "llevas un patín de cola, mantén el morro y cuidado con el freno" 

Un aterrizaje más y carreteo hacia la plataforma. Pronto se acercaron varias personas a observar el avión y a entablar una conversación, pero lamentablemente no tenía demasiado tiempo, me hice con una escalera y rellené los depósitos. 

Al hacer la exterior descubrí algo que no me gustó y tuve que tomar la decisión de continuar o quedarme en tierra, se trataba de una grieta en el cono de la hélice, no parecía grave, pero tuve que valorar la situación de una forma algo precipitada. Decidí continuar, valorando lo mejor que pude la situación.



La segunda parte del vuelo fue lógicamente más movida, con algo de turbulencia en algunas zonas, y cúmulos en formación. Por lo demás unas preciosas vistas. Me llamó la atención comprobar cómo se las ingenian en Murcia creando piscinas y balsas para almacenar el agua, es como un pequeño desierto lleno de piscinas. El calor apretaba cuanto más al sur viajaba. Desde arriba, Murcia es inmensa, rodeada de poblaciones limítrofes. Tratas de esquivar los grandes núcleos pero es imposible.

Finalmente, puse rumbo al campo de vuelo de los Martinez, del que sabía su situación por GPS, la orientación de la pista y que era de tierra, pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme una pista enorme y asfaltada, con una enorme torre de control y una orientación perpendicular a la pista que yo buscaba... En ese momento de confusión, busqué en el ipad, en los mapas y en todos lados información sobre esa pista enorme de un gran aeropuerto y que no aparecía por ningún lado. Con más dudas que otra cosa, logré encontrar la pista que buscaba justo al otro lado de la autopista, y sin saber todavía nada sobre esa gran pista, aterricé en la pista correcta. Después me contaron que es un aeropuerto fantasma sin abrir... Sin comentarios...

Al aterrizar comprobé que la grieta había aumentado, me pidieron trasladar el avión a otro campo cercano y les pedí desmontar primero el cono para evitar cualquier tipo de problemas.


Ya sin el cono, me dispuse a realizar un pequeño vuelo de 15 minutos de Los Martinez a Los Garranchos en San Javier donde finalmente dejé el avión. Con todo el retraso acumulado del día, al final cogí el tren de vuelta a Madrid por escasos dos minutos y creía que me quedaba en tierra...entré al tren casi temblando entre las prisas y todas las emociones del día.


Y así he completado un vuelo más de ferry, en el que sin duda he aprendido nuevas lecciones como piloto y como persona. Sin duda, debo tener más precaución y cautela con los aviones que vuelo, y aunque el dueño me pidió disculpas por no haber querido volar, lo cierto es que ese mal sabor de boca no se quita fácilmente.

Al final te das cuenta de que ganes mucho o ganes poco, no hay dinero en el mundo que merezca la pena cuando lo que pones en verdadero riesgo es tu propia vida. 

Buenos y seguros vuelos para todos!!!

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